Cómo comunicarnos de manera efectiva con los adolescentes.

Os adjuntamos este post escrito María José Román, que creemos nos puede resultar de interés:

¿Crees que hablarías más con tu hijo si te sintieras escuchado, comprendido, tenido en cuenta? ¿qué hay de escuchar? Esto es algo que nos cuesta muchísimo, no sabemos hacerlo de forma plena.

¿Por qué no te escuchan? ¿Los escuchas tú a ellos?

Habitualmente cuando “hablamos” con nuestro hijo adolescente y nos empieza a contar, nos ponemos en “modo reacción”: nos tomamos todo lo que nos dicen como algo personal, lo cual hace que empecemos a contestar, a aleccionar, a defender, a juzgar y justificar y, por tanto, nuestro hijo deja de comunicarse.

Existen barreras que dificultan que escuchemos:

  •  Intervenir para explicar, aleccionar o rescatar a nuestro hijo en lugar de dejarle hablar, escuchar y que lleguen a la misma conclusión por si mismos.
  •  Intentar hacer cambiar su sentimiento y percepción sobre el asunto y guiarlo hacia “lo correcto”.
  •  Dar explicaciones únicamente desde tu punto de vista.
  •  Interrumpir para dar lecciones sobre valores éticos y morales.
  •  Tomarse de manera personal lo que te cuentan y dejar que tus propios asuntos sin resolver interfieran.
  •  Usar la información que tus hijos te dan o lo que dicen sobre ti para sermonear, castigar, criticar…

Una de las claves esenciales para escucha es callarse, estar en silencio (si, es complicado, pero se puede) pues nuestro hijo no quiere que le digamos qué hacer o no, qué sentir o dejar de sentir (si así fuera, nos preguntaría…) sólo quiere sentirse escuchado, comprendido, tomado en serio.

Habilidades que nos ayudan a estar en silencio y escuchar para comprender.

Algunas ideas para practicar la escucha activa:

  1.  Cuida tu lenguaje corporal, dice más que las palabras. Debemos escuchar con todo el cuerpo y evitar que los sentimientos lo empañen: si escuchamos enfadados, nuestro hijo lo notará y no querrá comunicarse por miedo a nuestra reacción o a decepcionarnos.
  2. Hay tantas realidades como personas, tu realidad no es la de tu hijo; debemos escuchar teniendo siempre en mente eso, el no eres tú.
  3.  Muestra empatía siempre. Esto es, transmite que entiendes lo que sucede, aunque no lo compartas: “entiendo por qué te sientes así y lo ves de esa forma…”
  4.  Sé curioso de verdad. Pregunta, interésate de manera que puedas entender el punto de vista de tu hijo.

Ahora que “sabemos escuchar”, vamos a revisar si “sabemos hablar y comunicar”.  Veamos qué podemos hacer para mejorar y lograr una comunicación efectiva con nuestro adolescente (en realidad, ¡con todo el mundo!).

Comunícate desde el corazón: desarrolla un vocabulario para hablar de tus sentimientos.

Parece que en el mundo de hoy sentir es un error irreparable: no llores, no te enfades, no sufras… son mensajes que de forma muy habitual transmitimos a niños y adolescentes. Sin embargo, sentir no es malo, todo lo contrario, es maravilloso y nos permite aprender mucho tanto de nosotros mismos como de los demás. Por tanto, en lugar de esconder nuestros sentimientos (y hacernos “los fuertes”) ayudemos a nuestro hijo a identificar lo que siente y cómo expresarlo. Para ello, debemos aprender el vocabulario adecuado y hablar desde el corazón, aprender a comunicar nuestros sentimientos.

Parte de nuestro trabajo como padres será enseñar a nuestro hijo a reconocer y comprender sus sentimientos, a expresarlos de forma adecuada y respetuosa, como información,  no como algo que se preste a debate y discusión y ayudarlos a levantarse por sí mismos cuando una situación les provoque malestar.

Ellos (y nosotros previamente) debemos comprender las realidades separadas: cada persona siente y piensa de distinta manera, tú no eres tu adolescente ni al contrario, por lo que vuestras realidades difícilmente pueden ser las mismas.

También debemos asegurarnos de que nuestro adolescente entiende que sentir no es malo, que cualquier emoción, aunque negativa como el enfado o la rabia, es válida. No hay emociones buenas y malas, hay emociones que causan sentimientos más o menos intensos. Tener sentimientos no es malo, ni inadecuado, no importan cuales sean, pues sentir algo no nos hace mejor o peor persona.

¿Cómo enseñar entonces a mi hijo a comunicar lo que siente?

Como siempre, el modelo es fundamental. Si tú les comunicas qué y cómo te sientes con total honestidad, es muy probable que ellos hagan lo mismo. Y si escuchas, como hemos dicho, intentando comprender, sin pensar en que decir ni corregir, sin expresar tu opinión ni posición, les darás el valor necesario para compartir sus emociones. Ser honesto y contar como te sientes verdaderamente o cómo te sentiste en una determinada situación en tu adolescencia, es sumamente importante y una de las mejores maneras de motivar la comunicación.

Disciplina Positiva nos propone el uso de lo que llamamos “la fórmula yo siento” para compartir nuestras emociones de una forma honesta, clara, sencilla y que nos permite hablar de nosotros mismos, no de los demás.

La “Formula Yo Siento”.

Necesitamos honestidad emocional y valor para reconocer lo que sentimos y comunicarlo a nuestros hijos, ponernos en contacto con ellos, con su origen y comunicar que queremos hacer con ello. Cuando hablamos de lo que sentimos, “nos liamos”, damos explicaciones, nos alargamos, a veces lo hacemos complejo para los demás… la “fórmula yo siento” nos va a ayudar a hablar de cómo nos sentimos con honestidad y sencillez, sin hacer sentir mal a los demás, y nos permitirá así mismo de hablar de nuestras necesidades.

Fijaos en esta forma de comunicar lo que sentimos:

“yo me siento herida cuando me gritas y quisiera que no lo hicieras”

“yo me siento contenta cuando cumples el acuerdo sobre la hora de llegada porque me haces ver lo responsable que eres y eso me ayuda a estar tranquila”

Yo (me) siento ______ cuando ______ porque ______ y quisiera _______  o bien

Yo (me) siento _______________ porque _________ y me gustaría/quiero/necesito

Nos ayudará a centrarnos en nuestros sentimientos y posibles soluciones sin aludir al carácter de nuestro hijo, mostrando que las emociones negativas no son malas y dando la oportunidad de dejar abierta la situación para hacer seguimiento.

La Fórmula “Tú sientes”.

Es útil validar y valorar lo que ellos sienten con la fórmula Tú sientes; con ella conseguimos valorar los sentimientos que hay tras sus palabras o reacciones, reflexionar sobre ellos a través de la comprensión:

“Tú te sientes enfadada cuando te digo que hagas la tarea cuando estás viendo tu serie favorita porque crees que no tengo en cuenta tus intereses…”

Cuando validamos lo que ellos sienten abrimos el canal de comunicación, perciben nuestra comprensión e interés por ellos y sus prioridades y necesidades, con lo cual la probabilidad de enfocarnos juntos en una solución es muy alta.

Fuente: Disciplinapoisitva

Situaciones Diarias que Conllevan a NO ser Responsables.

Os adjuntamos este artículo que creeemos puede resultar de interés:

Si queremos conseguir que nuestros hij@s y alumn@s adquieran el valor de las responsabilidades de manera progresiva, tenemos que tener en cuenta una serie de situaciones diarias que conllevan a todo lo contrario, a NO Ser Responsables. Veamos algunos ejemplos:

  1. Darles excusas que pueden adoptar de inmediato, como forma de eludir responsabilidades: “Eres muy pequeño para entender eso”, “No habrías podido evitarlo”. Cuando pase algo por alguna acción que hayan realizado, no maquilles o excuses la situación, afróntala.
  2. Poner más atención en quién tiene la culpa, en vez de buscar soluciones. Elimina de tu hogar y de tu aula el síndrome “¿quién es el culpable?” y reemplázalo por “vamos a buscar una solución”.
  3. Acusar a los demás. Si ellos son los responsables de una situación, deben ser sinceros con ellos mismos y acarrear con las consecuencias.
  4. Castigarlos por decir la verdad conlleva a que en el futuro las mentiras y las excusas sean una alternativa mucho más razonable. Enséñales a que tú respetas la verdad.
  5. Usar la frase “no es culpa mía” como parte habitual de tus conversaciones.
  6. Darles excusas genéticas. Deja de hacer comentarios que les animen a creer que han heredado tus rasgos y talentos personales o tus miedos y defectos: “Eres igual que tu abuelo”, “A tu madre también le costaba leer”.
  7. Hacer sus deberes porque a ell@s les resultan difíciles.
  8. Hacer cualquier cosa para evitar una confrontación con ell@s.
  9. Dejarles que gobiernen la casa con sus comportamientos y actitudes incontrolables.
  10. No dejarles expresar sus propias opiniones ni defender sus puntos de vista.
  11. Exigirles que te respeten siendo un adulto@ que los atemoriza.
  12. Prohibirles que pregunten sus dudas cortándoles su creatividad por querer ser autoritarios en vez de enseñarles a ser autodisciplinados.
  13. Hacer que te pidan permiso para hacer o decir cualquier cosa que piensen, digan, sientan o hagan.
  14. Negarse a escuchar sus sugerencias.
  15. No pedir nunca su opinión sobre asuntos del hogar, la familia y el aula en las decisiones que todos los días tienen que ver con la vida en común.
  16. Ignorar su crecimiento interior burlándose de sus sentimientos o sus intentos de expresarse. Preferir en cambio que complazcan a los demás, que actúen como ellos y hagan lo que hacen todos.

Recuerda, que nuestros hij@s o alumn@s no sean responsables, viene determinado por algunas acciones que nosotros mismos (docentes y familias) hemos ido llevando a cabo y, sin darnos cuenta, afecta al grado de responsabilidad que tiene un niñ@, como se nos muestra con ironía en el Decálogo para formar a un delincuente.

Fuente: Conectacontuhijo.com

Estilos Educativos

Os adjunto este artículo sobre los disitntos estilos educativos que podemos ejercer y que nos puede resultar de interés:

Hoy tratamos sobre los estilos paternos, es decir, las distintas formas en que los padres se comportan y los efectos sobre el desarrollo y la personalidad del hijo. Los parámetros que manejamos para definirlos son dos:

Afecto y comunicación: grado en que los padres tienden a mostrar su afecto e incondicionalidad, a premiar las conductas, a tratar verbalmente con el niño trabajando la parte cognitiva de los asuntos.

Control y exigencia: grado en que los padres imponen normas o límites a la conducta de los hijos, haciéndoles seguimiento de su ejecución, pidiendo una calidad en el proceso y el resultado.

Combinando estos parámetros señalamos los tres principales (permisivos, autoritarios y democráticos), aunque sabemos que no existen los tipos puros. Y para que ahorréis vuestro valioso tiempo, vedlo de la manera más fácil en este esquema:

Ahora ya sabéis distinguir qué estilos probabilizan qué rasgos de personalidad en la crianza, teniendo la prudencia de comprender que entre unos y otros existe una relación o inferencia lógica y estadística pero no absoluta. Saberlo nos sirve para identificar qué hacemos bien, qué hacemos mal, y qué podríamos mejorar como padres, pensando en la meta que nos gustaría y dando a los pequeños las capacidades más versátiles y útiles posibles para su autonomía y felicidad. Claramente debemos cuidar el plano cognitivo (hablar, razonar, explicar…) a la vez que el plano conductual (manejo de las consecuencias hacia los comportamientos). Centrarnos en un sólo plano nos asegura un mal resultado.

Fuente:alikindoi.com

Las emociones que nos protegen.

Os adjuntamos este artículo que consideramos puede resultar de interés para saber más acerca de las «emociones«:

Durante una clase de una universidad, el profesor usó a los alumnos como sujetos de un estudio. Se le dio a cada uno un trozo pequeño de papel en blanco y se les dijo que pusieran un único deseo. Al cabo de unos minutos, se recogió cada trozo de papel, el 98% de los alumnos había escrito ‘ser feliz’.

Así que, este improvisado estudio y replicado en otras ocasiones con mejor metodología, parece demostrar que el ser humano busca la felicidad, por encima de otras cosas.

Sin embargo, esa búsqueda de la felicidad incasable, nos hace rechazar o no valorar las emociones más conocidas como negativas como; la tristeza, el enfado, el miedo, el asco. Las cuales, tradicionalmente, tienen una fama bastante mala, no obstante también tienen su importancia.

Las emociones son reacciones psicofisiológicas de las personas ante situaciones relevantes, éstas reacciones, producen cambios en la experiencia afectiva, en la activación fisiológica y en la conducta. Además, desde el punto de vista psicológico, emociones como la alegría, el miedo, la ansiedad o la ira, son emociones básicas que se dan en todos los individuos de las diversas culturas y forman parte de la comunicación con los demás que a su vez, pueden actuar como motivadoras conductuales.

Las emociones, clásicamente se dividen en dos tipos, las emociones conocidas por emociones positivas y las emociones conocidas como negativas. No obstante la emoción en sí no es ni positiva ni negativa, ya que la emoción es una reacción, lo que es positivo o negativo, es la experiencia que la persona vive como agradable o desagradable.

A pesar, de que emociones como la ira, el miedo, la tristeza y el asco tengan una fama tan mala, cumplen su función, y esa función es meramente adaptativa, es decir, estas reacciones tienen una función preparatoria para que las personas puedan dar una respuesta adecuada a las demandas del ambiente.

El miedo:

El miedo se define como una respuesta del organismo que se desencadena ante una situación de peligro o amenaza, cuyo objetivo es dotar al organismo de energía para anularlo o contrarrestarlo mediante una respuesta. Este mecanismo funciona de manera adaptativa y pone en marcha los dispositivos de alerta.

La ira:

Esta emoción siempre está presente en situaciones de conflicto, bien o con otros o con nosotros mismos. Sentir ira en circunstancias de conflicto o malestar nos predispone a la acción en un intento de protegernos de aquello que nos hace daño. La ira bien gestionada también aporta beneficios en nuestra vida. Es importante que juegue a nuestro favor en vez de a nuestra contra.

El asco:

Se trata de una emoción protectora, ya que nos protege de la ingestión oral de sustancias y objetos peligrosos. La mayoría de las reacciones por asco se generan por condicionamientos interoceptivos. Con lo cual el asco también cumple una función protectora al organismo.

La tristeza:

Al igual que cualquier otra emoción, la tristeza tiene una función filogenética adaptativa, para lograr la atención y el cuidado de los demás, construir un modo de comunicación en situaciones de pérdida, separación o desilusiones. También nos permite establecer distancias con las situaciones dolorosas para impulsar la interiorización y la superación de la situación. La tristeza nos ayudar a empatizar con la tristeza de los otros y así crear redes de apoyo y consuelo.

Existe una delgada línea entre la emoción y la patología, por ejemplo la tristeza continuada se puede convertir en una depresión o el miedo en alguna fobia, sería en este caso continuado lo que no es bueno experimentar. Ante una emoción negativa, lo que sucede es que el comportamiento humano la transforma en otra positiva, es decir, experimentar asco es una experiencia desagradable, pero ha servido para evitar un envenenamiento. No permitir regocijarnos en la experiencia negativa.

No hay que olvidar que todas las emociones como tales, no las podemos dejar de sentir, de nada vale reprimir la emoción, ya que es como el agua, siempre buscará una salida. A veces, pese a que pueda hacernos experimentar situaciones poco agradables, las emociones son necesarias, para reflexionar, darnos cuenta de lo que nos ocurre, un respiro, un punto de inflexión, experimentarla y poder seguir adelante. Por otro lado, si la emoción aporta una experiencia agradable, hay q disfrutarla en su esplendor.

Fuente:activaymente.es

Resilencia: explicada por y para niños.

La resiliencia es el proceso de adaptarse bien a la adversidad, a un trauma, tragedia, amenaza, o fuentes de tensión significativas, como problemas familiares o de relaciones personales, problemas serios de salud o situaciones estresantes del trabajo o financieras. Significa «rebotar» de una experiencia difícil, como si uno fuera una bola o un resorte.

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La investigación ha demostrado que la resiliencia es ordinaria, no extraordinaria. La gente comúnmente demuestra resiliencia. Un ejemplo es la respuesta de las personas en los Estados Unidos a los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 y sus esfuerzos individuales para reconstruir sus vidas.

Ser resiliente no quiere decir que la persona no experimenta dificultades o angustias. El dolor emocional y la tristeza son comunes en las personas que han sufrido grandes adversidades o traumas en sus vidas. De hecho, el camino hacia la resiliencia probablemente está lleno de obstáculos que afectan nuestro estado emocional.
La resiliencia no es una característica que la gente tiene o no tiene. Incluye conductas, pensamientos y acciones que pueden ser aprendidas y desarrolladas por cualquier persona.