10 valores para convivir en familia

Los padres tenemos la responsabilidad de transmitir valores a nuestros hijos, en muchos casos le trasmitimos solo aquellos que hemos aprendido y practicado con más regularidad en nuestras vidas, pero hay algunos valores que no pueden faltar en la convivencia familiar, si no lo has desarrollado y no los has puesto en práctica, dale la oportunidad a tus hijos de que lo aprendan y lo hagan parte de su día a día.

Antes de inculcafamilias 1r a nuestros hijos una serie de valores, los padres debemos plantearnos que ¨Es más importante lo que hacemos que lo que decimos¨ debemos darle coherencia a nuestras acciones y comportamientos. Tenemos que dar el ejemplo para que nuestros hijos alcancen una buena convivencia familiar.

La empatía. Debemos enseñarles a nuestros hijos a ponerse en el lugar del otro y entender cómo piensan y sienten los demás. La empatía es un valor necesario para la convivencia familiar.

¿Muestras empatía ante los sentimientos de tus hijos? Ponte en el lugar de tus hijos y entiende que en ese momento eso de lo que te están hablando es lo más importante para ellos.

La humildad: Es necesario que nuestros hijos aprendan que no son superiores ni a nada ni a nadie, en ningún sentido, a pesar de mostrar seguridad en las capacidades que posee. Vivir con una actitud humilde les permitirá conocerse mejor, valorar sus fortalezas e intentar mejorar sus debilidades.

¿Eres humilde o por el contrario arrogante o prepotente? Cuando les demuestras que tienes humildad y reconoces tus debilidades como padre los acercas más a ti.

La autoestima: Es importante que nuestros hijos aprendan a valorarse a sí mismos. Esto sirve de base para educar la empatía. Podemos fomentar la autoestima a través del elogio.

¿Elogias a tu hijo con frecuencia o solo le recuerdas lo que hace mal? Al elogiarlos sienten que están llenado tus expectativas y les proporcionas seguridad y confianza en si mismos.

El compromiso: El compromiso es un valor que demuestra madurez y responsabilidad. Se va adquiriendo progresivamente con los años. Debemos hacer ver a nuestros hijos el valor de la palabra que damos.

¿Cumples con tu palabra cuando les prometes algo a tus hijos? El prometer y no cumplir le resta valor a tu palabra y creas desconfianza y la percepción de que no son lo suficientemente importantes para ti.

La gratitud: Es importante y valioso que nuestros hijos aprendan a mostrar gratitud. Este valor va unido a las gratificaciones positivas, mostramos gratitud a nuestros hijos cuando reconocemos lo bien que hacen las cosas. La gratitud no se trata solo de dar las gracias, sino que nace del corazón, de nuestro interior, del aprecio a lo que alguien hace por nosotros.

¿Eres agradecido con tu hijo y con los demás? Cuando eres agradecido con tus familiares, vecinos o amigos le demuestras que sientes aprecio por los demás.

La amistad: Nuestros hijos deben aprender el valor de la amistad, del afecto mutuo que nace del contacto con el otro. El verdadero valor de la palabra amistad va mucho más allá que un simple click agregando amigos en sus redes sociales.

¿Cuidas tus amistades? El que tus hijos vean como tratas a tus amigos, como te preocupas por ellos es una buena forma de enseñarlos.

El optimismo: Es muy importante que nuestros hijos aprendan a vivir la vida con entusiasmo y optimismo, buscando siempre el lado positivo de las cosas a pesar de los obstáculos que nos presenta la vida. Deben huir del pensamiento negativo y pensar que en cómo mejorar o avanzar.

¿Reflejas una actitud alegre y optimista ante tu hijo? Tus hijos verán en ti un reflejo de lo que quieren ser en el futuro.

La paciencia: Nuestro hijo debe cultivar la paciencia y aprender a diferir gratificaciones huyendo del «lo quiero aquí y ahora». Esto ayudará a controlar y canalizar su impulsividad mostrando una actitud paciente y serena frente a la vida.

¿Practicas la paciencia en tu día a día? Cuando tienes paciencia con tus hijos les enseñas con tu ejemplo a tener paciencia en la vida.

El esfuerzo: Un valor necesario en la sociedad actual que se caracteriza por la inmediatez y el mínimo esfuerzo. Nuestros Hijos tienen que aprender que todo lo que quieren conseguir requiere de un esfuerzo.

¿Actúas con esfuerzo en tus actividades y proyectos? Es importante enseñarles a nuestros hijos a trazar metas y luchar por alcanzarlas.

 La felicidad: Este debe ser el objetivo de la educación que ofrecemos a nuestros hijos, conquistar su felicidad y que sean capaces de transmitir y contagiar esa felicidad a los demás. Para ello es importante cultivar la alegría, el optimismo, el sentido del humor, etc. Solo aquel que es feliz puede transmitir felicidad.

¿Eres feliz en tu vida? Si eres feliz no podrás evitar que tus hijos se contagien.

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¿Típicas rabietas?

Las pataletas, o eso que llamamos rabietas, es una forma de protesta infantil que «aparece ante cualquier frustración que el niño sufra». El niño suele dar este tipo de respuesta cuando «se le diga que NO, se le retire algo que quiere o tenga que hacer algo que no quiera como bañarse o ir al colegio».

Esta situación es más común percibirla en niños menores de dos años, puesto que es alrededor de esta edad, cuando el niño adquiere la capacidad de representar en su mente el objeto o el fin deseado, y con ello una mayor conciencia de sí mirabietassmo ya como un individuo separado de la madre. Lo importante es distinguir a tiempo los berrinches ‘normales’, de las reacciones extremas, que se salen de los parámetros esperables para un niño de esta edad.

Como las pataletas están estrechamente relacionadas con el vínculo del hijo con sus padres, cuando éstas se tornan muy frecuentes o son muy exageradas podría haber un problema en la relación. Esto no quiere decir que todo niño que hace pataletas tiene un vínculo deficiente con sus padres, pero sí que es menos probable.

Se debe entender que las rabietas son, simple y sencillamente un recurso que emplean los niños/as para llamar la atención y al que recurren cuando no ven otra forma de que el adulto atienda o entienda, lo que los niños reclaman como necesidades emocionales o físicas en un momento determinado.

Da lo mismo que la atención sea positiva o negativa, lo que desean es una atención en un 100%. Si pierde la calma y grita, le está dando lo que quiere. Lo mejor –aunque a veces es difícil conseguirlo–  es ignorar la pataleta, hacer como que no se entera. En casa, el niño debe sentir que ese episodio no interrumpe la marcha de las cosas. Una vez que el niño se ha calmado, puede negociar con él/ella, provocándole la conciencia de entender que su mejor solución seria decir lo que necesita, puesto que con las pataletas o rabietas no conseguiría nada.

No se debe reprender o castigar al niño después de una pataleta. Un recurso útil es hacer que se siente en un lugar solo y aislado durante un rato. Ese “apartamiento” debe durar un minuto por año de vida del niño. Con el tiempo, muchos niños buscan voluntariamente ese momento de silencio y se sientan ellos en ese lugar.

Si existe un adecuado manejo de esta típicas abietas, estas van descendiendo en intensidad y frecuencia hasta concebirse anómalas a los cinco o seis años de vida, ya que entran en la etapa de la socialización, que es una de las cosas más importantes que aprenden los niños en preescolar.

Autora: Kedmay T. Klinger Balmaseda