En alguna ocasión hemos hablado sobre la importancia de trabajar la tolerancia a la frustración y el retraso en la gratificación, así como sobre su importancia para un buen ajuste psicológico, académico y social.
Hoy os adjuntamos este artículo que consideramos de interés:
De manera breve explicaremos que, tanto la tolerancia a la frustración como el retraso en la gratificación tienen que ver con la capacidad para postergar deseos inmediatos en favor de logros mayores a medio y largo plazo.
Trabajar la tolerancia a la frustración
Vivimos en un contexto de inmediatez. El acceso a productos, a la información, a la comunicación o a contenidos audiovisuales nunca ha sido tan rápido como ahora. Lógicamente, tiene muchas ventajas, pero es un contexto donde no se aprende, de manera natural, a esperar. Sin embargo, para las cosas relevantes de la vida (por ejemplo, un trabajo, un examen o una relación estable) es necesario saber esperar, tolerar la frustración y tener paciencia.
Nos encontramos, por tanto, ante una situación donde es más necesario que nunca hacer un esfuerzo consciente y dirigido para lograr que nuestros hijos y alumnos aprendan a tolerar la frustración y a sacrificar deseos inmediatos por beneficios mayores a largo plazo.
Nuestra propia tolerancia a la frustración
Si queremos enseñar a nuestros hijos a tolerar la frustración, es necesario que nos planteemos también cómo toleramos la frustración nosotros mismos. Si nosotros no toleramos la frustración bien, si no somos pacientes, es difícil lograr que nuestros hijos lo sean.
Por otro lado, hay que señalar que trabajar la tolerancia a la frustración de los hijos y los alumnos pone a prueba la tolerancia a la frustración de los padres y los profesores. Muchas veces, educar la tolerancia a la frustración en los hijos puede ser desesperante o nos genera sentimientos de culpa. En tal caso, debemos recordarnos que estamos buscando que ellos tengan un futuro pleno y no sólo instantes de placer puntuales.
Propuestas para trabajar la tolerancia a la frustración.
A continuación vamos a enumerar una serie de recomendaciones que nos pueden ser muy útiles para trabajar la tolerancia a la frustración con nuestros hijos o alumnos:
• Todas las actividades que les enseñen a esperar van a ser positivas. Por ejemplo, si dos adultos están hablando, el niño debe esperar para hablar, esperar en las filas, esperar por los regalos que quiere, esperar para levantarse de la mesa después de comer, etc.
• Juegos de esperar que implican tolerar frustración o autocontrol. Hay maneras de trabajarlo de una manera lúdica. Por ejemplo:
1. Juego de pompas de jabón. El niño debe esperar hasta poder explotar las pompas de jabón.
2. Aguantar las cosquillas con una pluma.
3. Calcular cuánto es un minuto. Se le puede pedir que diga “¡ya!” cuando haya pasado un minuto y si falla, tiene que volver a comenzar. Si acierta se le puede premiar de alguna manea.
4. Juegos de turnos. Los juegos de turnos son una excelente manera de trabajar la tolerancia a la frustración y trabajar la impulsividad (por ejemplo, jugar al cuatro en raya, ajedrez, damas, etc.). Simplemente lo que tenemos que hacer es alargar los tiempos de cada turno, es decir cuando nos toque a nosotros podemos esperar más tiempo a propósito para colocar nuestra ficha, cuando le toque al niño, debe contar hasta 10 desde que decide el movimiento hasta que coloca la ficha.
• Premiar el saber esperar y cumplir con un horario prefijado. Por ejemplo, si el niño ha estado esperando a que dos adultos acaben de hablar para participar, le podemos dar las gracias por esperar o darle un beso y explicarle que nos gusta mucho cuando sabe esperar y no interrumpe una conversación.
• Dejarles o forzar que experimenten algún fracaso. Por ejemplo, muchos alumnos de altas capacidades no están acostumbrados a fallar en un examen o en un ejercicio. En ocasiones, cuando se topan ya más mayores con un fracaso les cuesta mucho aceptarlo. Por ello, es bueno que de vez en cuando se les exija un poco más o experimenten alguna pequeña decepción. Por supuesto, es bueno acompañarles en el proceso y explicarles lo que están sintiendo.
• Aprovecha los momentos donde el niño está descansado y contento para enseñarle a tolerar la frustración. Es un error habitual querer trabajar la frustración en periodos de estrés, donde el niño se encuentra mucho más inestable (y generalmente los padres también).
• Usar la alimentación. Los niños comen 5 veces al día y son 5 oportunidades excelentes para transmitirles enseñanzas. Aprender a comer cosas que quizás les gustan menos, no sustituir el postre o el dulce por la comida, enseñarles que no siempre pueden comer lo que les apetece, son rutinas útiles para trabajar esta tolerancia.
• Evitar solucionar inmediatamente los problemas por ellos. Es habitual que cuando los niños nos comentan un problema, lo solucionemos inmediatamente por ellos. Por ejemplo, cuando tienen una discusión en el patio. Una forma de entrenar su tolerancia a la frustración y enseñarles habilidades es por ejemplo preguntarles: “¿Qué crees que podrías hacer ahora para mejorar la situación?” “¿Qué podría hacer yo para ayudarte?”, “¿Qué te parece si vas a hablar con el compañero que te ha molestado y le dices que no lo haga más? Yo te acompaño”.
• Enseñarles a respirar o contar hasta 10. Esto funciona especialmente bien antes de explotar. Cuando están en plena rabieta ya es más difícil que funcione. Para ello, también debemos trabajar su conciencia emocional, es decir, que sean capaces de reconocer sus signos de tensión antes de explotar. Las técnicas provenientes del mindfulness también son un recurso muy útil para ayudarles a tolerar la frustración y a regular sus emociones.
• Respetar sus tiempos de aburrimiento y permitirles que encuentren sus formas para entretenerse o divertirse sin la televisión o los aparatos electrónicos.
• Enseñarles a distraerse o a recodificar las situaciones. En el experimento de Mischel, un mayor número de niños lograban esperar si un adulto les daba instrucciones como “en lo que esperas, puedes crear 3 canciones haciendo ruido con los dedos y la mesa” o “puedes esperar jugando con la golosina como si fuera un gusano o un avión”. Si, por el contrario, se les pedía que prestaran atención a lo jugoso y exquisito de la golosina, era más improbable que pudieran resistirlo. Esto tiene que ver con que resistirse al deseo exige un gran esfuerzo mental que nos deja sin energías y que nos hace más vulnerables a rendirnos a la tentación. Por tanto, enseñarles a reinterpretar situaciones más frustrantes, como oportunidades para hacer otras cosas es también un recurso útil.
Por mi experiencia, detecto que últimamente se tiende más a la falta de tolerancia a la frustración que al exceso. En cualquier caso, hay que saber tener un equilibrio y, de vez en cuando, concederles un capricho a nuestros hijos y enseñarles a disfrutarlo y a darle valor.
Esperamos que estos consejos os sean útiles y que os ayuden a trabajarlo con vuestros hijos y alumnos desde que son pequeños.
Autor: Juan Múzqiz Herrero
Psicólogo